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taxis-puerto madero-río
La madrugada arrastra hacia el río
miríadas de turistas,
taxis, mosquitos de fondeadero.
Un viajero contempla:
herrumbrosos esqueletos,
el asomo de pecios olvidados
y a su lado una esbelta goleta,
o el yate de un magnate, que cena
en un local de Puerto Madero.
¿Taxi, señor? No, gracias, todavía no.
En otra dársena, justo en frente,
se hacinan y dormitan los “remís.”
Parece que así, juntos, en hileras,
acomodan mejor su vigilia
y entre tanto, soslayan además
acechos incómodos, ajenas
sombras y algún prorrogativo,
de paseante que simula ser viajero.
¡Almas de Puerto Madero!
¿Taxi, señor? Y sí, ahora sí.