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cumbres mendocinas III
Tarde mendocina, alargada y estival,
y emplomado discurrir exacerbado.
Déjome llevar, abstraído, de miradas
huidizo; abordo un ómnibus,
y éste que detiene un cruce,
que refrena el discurrir de calles
poco frecuentadas,
como olvidadas de su historia,
como de un lugar que no existe
porque jamás acaeció algo que reseñar.
Pierdo el interés, me extravío,
me emplazo, me resueño:
Interminable paseo y tras este:
bagaje, instantes, algunos los mejores,
muchos no me seducen y otros,
que en la comparación se asemejan.
A todos ellos me acomodo.
Y en todos he reconocido
a quienes lo habitan:
encantadores de serpientes,
divinos legados, cines de estreno,
mercadillos de recuerdos y un hotel
que acoge exclusivas hembras,
vanguardia de un atardecer sometido,
que se queda a admirarlas, allí,
enfundadas en sus leggins y sudores,
retrepándose despaciosas y retadoras
hasta lo más alto de la cumbrera
de un parque iluminado, protector.
Donde, acicalándose, esperan para hallar.
Me detengo frente a una de ellas,
me interroga, la respondo, propone:
Sólo las mendocinas acaparan
a los hombres que beben vino
en aquel desierto. Sólo los Andes,
el vino y ella por compañía.
Descubrí la noche. Está claro.
Ayer intente dejar un comentario y… tal vez fuera impertinente y no se publicó. No quiero reiterar no vaya a ser por poco apropiado tampoco en esta ocasión se publique.
Tengo instalado un cortafuegos de última generación para eliminar todos los comentarios, menos los tuyos está claro. Creo que con esta respuesta, te quedará aclarado para siempre el porqué de que no aparezcan más intervenciones en la página salvo las tuyas desde hace tiempo… Jajajaja.
Salud Pura
E.J.