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última noche en Baires
Fallar en el intento de sobrevivirme,
precipitarme sobre mí, expedito,
librarme de cualquier conciencia,
de un vago deseo: postrer, sorpresivo,
inesperado, agazapado a medio camino
entre lo distante y el instante;
sí, ahí justo me guarezco.
En mi huida, percibo entonces
excitar lo fantástico, aquello
que, ya se sabe, si es soñado
en éter queda; quimeras,
si a la ilusión corresponde,
despojos si del pasado proviene;
calibrado pues en su conjunto todo,
demediado de devenires, témome
ser víctima de la vicisitud.
Tal vez por ello, o por nada,
que también me sirve,
por absurdo, por insalubre,
por sentirme más que mácula
desleída vanidad, sinrazón
que en lo efímero se sustenta,
mero estertor de mi propia
desesperanza, mendigo de
una última noche en Baires…
Tal vez por ello, o por nada,
insisto, renuncio al sueño,
me encaramo a la ventana
de esta doscientos doce y
disfruto del trasiego puntual
de secretados transeúntes
que, discretos, van y vienen
a lo suyo, habitando; los envidio
sólo porque se quedan, y yo no,
yo ya me voy. Por eso apuro
y me aferro a la nocturnidad.
Con la que ahora comparto éste
postrer intento por sobrevivirme,
en que naturalmente naufrago.