Y TÚ… ¿QUIÉN ERES?

          …incluso antes de despertar tenía decidido qué se pondría; también donde encontrarlo en su armario. Sí, estaba segura de que en algún lugar de la maleta, doblado, entremetido con el resto de sus vestidos, hallaría aquél que había decidido ponerse en una fecha tan especial como demanda la Noche Buena.

No esperó a que la auxiliar de planta entrase en su habitación con el desayuno y le echase una mano para centrarse; es lo que le decía cada mañana cuando entraba:

–Vamos Lucía, a centrarse que ya llega el desayuno.

Se lo sabía a base de que se lo repitiesen, se lo sabía de memo… bueno, se lo sabía. Se le había quedado clavado como ese aviso escrito que se deposita en la puerta del frigorífico para que no se nos pase comprar esto o aquello y… Lo cierto es que algunas veces, pese al esfuerzo, no reconocía aquel momento, ni a aquella mujer solícita y agradable que la visitaba todas las mañanas y la ayudaba a levantarse. No, digamos que no tenía presente muchas cosas, lo cotidiano e incluso el pasado se le emborronaba, pero aquello otro, el aviso que había recibido en forma de sueño, lo de que hoy era víspera de Navidad y vendrían a recogerla para compartir cena con ellos… ¿Y tú quién eres? Preguntaba siempre al que fuera a buscarla, reconociéndolo vagamente, sabiendo que representaba algo suyo, cercano, pero… ¿Y tú quién eres? Se decía para sí dejándose conducir hasta el coche para ser trasladada a aquel hogar en el que advertía olores familiares, y algún detalle visual, voces, comportamientos…

Y el caso es que algo, un detalle, uno de tantos de los que intuía se escapaban a su razón, la puso en alerta cuando por fin (¡ya era hora, llevo despierta desde la madrugada esperándote!) aquella mujer, la auxiliar, entró en la habitación y la saludo con dulzura y con amabilidad le dijo que dejase la maleta, que «hoy no hace falta que la abra Doña Lucía, mire». Lo llevaba en la mano, recién planchado, su vestido favorito. ¿Cuándo lo habría sacado de la maleta?

Desayunó deprisa, incluso sin verterse el café sobre el camisón como tantas veces le sucedía sin ella pretenderlo. Se miró las manos, no, aquella mañana no le temblaban; tampoco aquel ojo díscolo que se empeñaba en extraviarse hacia un lado. Cuando la auxiliar le puso el vestido y la peinó y la perfumó y se miró en el espejo se reconoció, de nuevo vio a aquella mujer de su pasado que ya había parido un par de hijos, que era feliz, porque no le faltaba de nada y se conformaba justamente con aquello, conque no le faltase de nada, los suyos… ¿Los suyos? Quiénes era los suyos, qué había sido de los suyos, los de aquel pasado que recuperaba en forma de fogonazos y sesgos mientras era conducida a recepción. Aquel sitio, el lugar en que ahora vivía… bueno, sí, la trataban bien, pero ¿Por qué estaba allí? ¿Por qué se repetía aquel sentimiento de necesidad cuando llegaban aquellas fechas en que todos se reunían y…

–Mírela, aquí la tiene, tan guapa como siempre Sr. Rodríguez –dijo el conserje de recepción al hombre que esperaba jugueteando nervioso con las llaves de un coche.

–Hola mamá –saludó el tal Rodríguez a Lucía.

Y ella se lo quedó mirando, reconociendo que algo en él le resultaba familiar, sólo familiar, porque aquello de mamá… Se contempló en un gran espejo que le devolvió su imagen, la de una mujer joven a la que le habían regalado el vestido tan bonito que sólo se ponía en Navidad. Quiso preguntar a Rodríguez que quién era, pero no lo hizo, de alguna manera se contuvo. Quizá, cuando llegasen al lugar donde parecía pretendía llevarla recordase algo, o no, pero daba igual, se encontraba tan bien en Navidad con su vestido, con aquellos fogonazos que de vez en vez surcaban su mente…

–¿Y dices que todos los días se pone el mismo vestido pensando que es Navidad? –Interrogó el conserje a la auxiliar mientras los dos contemplaban como la mujer se dejaba conducir hasta el coche por su hijo, aquél al que no reconocía.

–Todos los días del año –confirmó la auxiliar–. Me encanta ver la cara de felicidad que se le pone cuando me ve entrar con él en su habitación.

–Bueno, hoy ha acertado –dijo el conserje volviendo a lo suyo.

–Sí, hoy hemos acertado todos –asintió la auxiliar.

24-12-2020

2 comentarios

  1. ¡ Jolines! Enrique te superas cada día, creo que es precioso además con ese punto de melancolía tan acorde con las fechas Navideñas y más con el año tan, tan, tan… ( no quiero escribir tacos) que hemos pasado . Feliz Navidad y mucha fuerza.

  2. Que la fuerza nos acompañe como decía aquél Pura… jajajaja Gracias por pasar y Feliz Navidad. Ten cuidado con el turrón.
    Besos.

    E.J.

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