Se pasa horas evolucionando a mi alrededor. Asintiendo, admirándome como si yo fuera un objeto de deseo, un producto de su divina inspiración, como he escuchado que explica a más de uno de los que, con frecuencia, visitan el taller.
Alguien ha opinado que parece que tengo alma… ¡Pues claro mentecato! He pensado al instante al escucharlo. Y luego, otro, que si tenía pensado el nombre que iba a darme. Su respuesta no me ha agradado, ha contestado: «Él mismo me lo dirá, ya queda poco para acabarlo, apenas unos retoques y estará listo, entonces habrá llegado el momento de preguntárselo». No mucho más tarde, hallándonos a solas, tras un tócame aquí, un tócame allá (no me gusta cómo toca según donde), le he escuchado decir satisfecho que ahora sí, que ahora su obra ya estaba lista y podía preguntarme cómo me llamaba… Y lo ha hecho, pero yo no he respondido. ¡Jodido presuntuoso!
DAVID

Y después de leerlo he mirado la colosal escultura, y me he dicho, bueno más bien la he dicho…Mira quién habla.
Me gusta, ¿ Cómo se llamará?
Gracias por pasar y leer «M» y Pura. Y en fin, sí, algunas veces, parece, la vanidad que emana de la obra supera a la del artista…
Buen confinamiento.
E.J.
Se me olvidaba… Echa un vistazo a la biografía de Miguel ángel…