HÉROES OLVIDADOS

El mismo día que comenzó el confinamiento, recibió la confirmación del retiro. Treinta años de su vida laboral, habían transcurrido en aquel semisótano, al que se había dado uso como sala de exposiciones. Decir que lo allí expuesto, pretendía repasar la historia de un ministerio creado hacía más de doscientos años. La sala apenas recibía visitas, los recortes de la anterior crisis la habían, sirva la metáfora, arrinconado en aquel pasillo húmedo y mal iluminado, donde se sucedían tediosos paneles informativos y dioramas que, más que por el propio contenido, interesaba a los visitantes, por suponer el último encierro de una intrusa fauna insectívora, tan apergaminada como lo expuesto dentro de las vitrinas.
Él era el último conserje. Su anterior compañero se había jubilado hacía un lustro.
Subió a las oficinas, firmó lo que tenía que firmar y allí mismo se le comunicó que la sala cerraría hasta nueva orden, podía volverse a su casa; pidió permiso para recoger sus cosas. Se le apremió a hacerlo. Dijo que lo haría al día siguiente. Nadie puso objeción.

La sala, poseía un espacio para uso del personal, que tras la jubilación de su compañero había hecho suyo; más todavía desde que su esposa faltaba. Murió tras fulminante enfermedad. Con frecuencia, acabada la jornada de trabajo, en vez de volver a casa se encerraba dentro de la sala y se quedaba en el cuarto que había hecho su segunda residencia. Nadie en el ministerio lo sabía, porque a nadie interesaba el semisótano y mucho menos la existencia de aquel sitio donde los conserjes se cambiaban. Su ex compañero y él habían reunido allí algunas cosas: una cocinilla eléctrica, un frigorífico, un sofá cama, varias sillas, e incluso una televisión y una estantería, donde trasladaron parte de sus bibliotecas; sí, aquello parecía un verdadero apartamento.

Cierto día, saneando una pared tapada por un friso, descubrieron una portezuela tras la que existía una estrecha galería. Ésta, terminaba junto a una escalera de gato sujeta a una pared de hormigón, que una trampilla de hierro comunicaba con la superficie. El acceso, estaba asegurado desde dentro por un cerrojo y un candado enmohecido. Recordaron que en el cajón de una mesa carcomida por el tiempo había algunas llaves viejas. Provistos de un engrasador, se entretuvieron hasta limpiar candado y cerrojo de mugre; consiguieron abrir el candado con una de las llaves. Desde entonces no había vuelto a entrar en la galería. La portezuela de acceso permanecía oculta por un frigorífico. Lo descorrió, anduvo por la galería y ascendió por la escalera de gato. Escuchó los ruidos provenientes del exterior. Nada, la gente ya se confinaba en sus casas. La entrada olvidada, escondida en un esquinazo de una vetusta plaza porticada, era un lugar nauseabundo al que solo acudían meones y donde se arrojaba todo tipo de desperdicios. Comprobó que el candado seguía funcionando. Sólo entonces se percató de un detalle y es que por el lado donde estaba el cerrojo, se podía meter la mano desde fuera para descorrerlo y también, claro, para quitar el candado. De regreso a casa, un agente municipal lo interceptó y le dijo que, a partir del día siguiente, sólo se permitiría salir a comprar medicinas y alimentos.

Mantenía amistad con el chino de la tienda existente junto a su portal; el local estaba abierto. El chino lo saludó afable, era un tipo educado que incluso le subía la compra a casa. Le venía bien, ya no andaba ágil, la artritis lo preocupaba. Hablaron brevemente de la triste situación. El chino al día siguiente cerraría la tienda y volvería a su país hasta que pasase toda aquella pesadilla del virus.
Cenó algo mientras veía las noticias. En la rueda de prensa que se estaba ofreciendo, se mencionó a los héroes de la pandemia: médicos y sanitarios, personal de limpieza, fuerzas de orden público, militares, voluntarios… En realidad, se subrayó, los miles de anónimos ciudadanos que hicieran lo que se debía también serían héroes.

Asumiría el encierro con estoicismo, pero… La idea acudió de repente. Metió en una maleta lo imprescindible y por la mañana se lo llevó a la sala. Mas se encontró con que unos albañiles estaban clausurando el acceso al semisótano, levantando una pared de ladrillos. Protestar al jefe de negociado no sirvió de nada. Éste, le dijo que debería haber acudido temprano para llevarse lo suyo. Ya no se podía entrar al semisótano.
Malhumorado regresó a casa; acudió a su amigo chino y le pidió ayuda. Juntos, introdujeron por el pasadizo secreto, cuanto pudiera requerir una larga estancia en aquel encierro voluntario. El chino no le quiso cobrar. Se despidieron en la trampilla, tal vez se volvieran a ver cuando aquello pasase, pensaron ambos sin decírselo. Por fin corrió el cerrojo y en un acto quizá absurdo, como en cierto modo lo era aquella situación, tras cerrar el candado arrojó por la rendija, fuera de su alcance, la llave. El día que saliera, se dijo, lo haría por la puerta de entrada a la sala, aquella que había sido clausurada sin contar con él. Luego, se acomodó en el sofá y buscó un disco de uno de sus músicos favoritos, David Bowie, el tema elegido se llamaba «Héroes».

El confinamiento pasó, y se olvidó. Como también se olvidó, que en aquel semisótano ministerial había existido una sala de exposiciones. Bastantes años después de aquel suceso del virus, alguien con poder de decisión, quiso recordar el doloroso acontecimiento con una retrospectiva. Encargó el proyecto a varios técnicos, que diseñaron algo que gustó. La exposición se llamaría «Héroes».
–¿Y dónde montaremos dicha exposición, tenemos sitio? –Preguntó el ideólogo.
–¡Claro, todo está previsto! –Respondieron los técnicos– En un semisótano clausurado hace veinte años, cuando la epidemia, allí existía una sala de exposiciones. Habrá que echar abajo un tapial y reacondicionar el sitio que, curiosamente, fue refugio de sublevados durante la Guerra de la Independencia, héroes de aquel entonces.

Texto seleccionado en la antología «Desde el confinamiento» de PANDEMIA, propaga tu escritura: pandemia.be

«Desde el confinamiento» es un proyecto altruista que consiste en la publicación de una antología de relatos, microrrelatos y poemas. Se publicará y venderá en Amazon.
Los beneficios obtenidos con la venta de dicho libro serán dedicados íntegramente a la adquisición y puesta en marcha de un sistema de monitorización por vídeo que permita al equipo médico conectar con los pacientes ingresados y a éstos con sus familias.

4 comentarios

  1. Qué buena historia, Enrique! Gracias por darnos lectura para estos días. Un gran abrazo.

  2. Claro, la abrirán y se llevarán una sorpresita. Quiero imaginar que él, el héroe de mi historia, fue razonablemente feliz en su encierro.
    Gracias por pasar, leer y comentar «M»

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