LA DE LOS DÍAS DE LLUVIA (Tormenta)

La de los días de lluvia, era la nota aclaratoria que le gustaba utilizar cuando alguien aludía a aquel nombre suyo que sonaba a epíteto. Su parto fue tan doloroso, que su padre, sin pensárselo dos veces, se fue al registro y porfió hasta conseguir que la inscribieran como Tormenta, sin María delante. Y ella se jactaba de ello cuando se le preguntaba:
            –Soy Tormenta. Para hacer padecer, pero también para entregar lo mejor que llevo dentro.
Así fue como Tormenta, la de los días de lluvia, había actuado a lo largo de toda su vida. Haciendo padecer, como lo hacemos todos, pero también entregando lo mejor de sí, dejando acceder hasta el centro de sí misma, hasta ese ojo de huracán desde el que se contempla, diáfano, la implacabilidad de un entorno bello aunque con frecuencia hostil…
            –Soy Tormenta ¡Mantente siempre junto a mí! –Embromaba a los suyos.

Muchos años después, cuando las noches se presentan desapacibles y si coincide con sus guardias, atraída por ese ojo de huracán que para ella es el servicio urgencias, la doctora Tormenta acude a echar una mano a los compañeros de pediatría o neonatología. Ser presentada a las desasosegadas parturientas, que en un momento como aquel traen sus criaturas al mundo, les proporciona a todos un plus de confianza. La simbiosis entre la ciencia y el influjo de la naturaleza posee este tipo de situaciones inexplicables.
            –Mira «fulanita», aquí tienes a la doctora Tormenta, la de los días de lluvia –se le dice a la parturienta de turno. Y ésta, siempre se serena con la presencia de aquella mujer, y piensa que si lo que le viene es una niña se llamará así, Tormenta.

4 comentarios

  1. Pues no sé Pura, pero tus comentarios (o lo que sean… jajajaja) sí aparecen.

    Kike

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